Vida de San Bruno, luchando la noble causa
Entre los Santos y hombres eminentes en virtud que vivieron en tiempo del gran Papa San Gregorio VII —el paladín de la reforma de la Iglesia en el siglo XI—, se encuentra San Bruno.
Nacido hacia el año 1030 en Colonia (Alemania), Bruno se trasladó joven aún a Reims (Francia) para completar sus estudios en las famosas escuelas de esta ciudad. Estudió las ciencias eclesiásticas y profanas, haciendo en ambas tantos progresos, que llegó a ser maestro renombrado.
Fue canónigo, más tarde arcediano y maestrescuela (o catedrático), atrayendo a sus aulas numerosos discípulos, muchos de los cuales llegaron a ser célebres. Son elocuentes los testimonios de admiración y veneración por su antiguo maestro que algunos de ellos dieron a la muerte de Bruno.
Propuesto al Papa por su legado como uno de los dos hombres más a propósito para sustituir a Manasés, preferido por el cabildo de Reims, Bruno, en cambio, aprovecha para poner en práctica un voto que hiciera en los años de lucha: abrazar la vida monástica en una edad madura.
Así, cuando ha conseguido el triunfo, y con él la reforma, el orden y la paz en la Iglesia de Reims, Bruno abandona todo, deja los honores y se encamina al desierto buscando solo a Dios.
No es una decisión débil. Ha demostrado su carácter en los duros años precedentes. Sino sabia. Con la lucidez de una vida de estudio y la bondad amable de su corazón, ve con claridad que lo mejor que él puede realizar se encuentra en darse totalmente a su Dios. Todo lo demás es secundario y no sacia su alma.