Ideal monástico de San Bruno

La novedad de San Bruno: el sabio equilibrio entre la vida a solas con Dios y la vida en comunidad


El rasgo característico de la espiritualidad de San Bruno puede ser la simplicidad: simplicidad de un alma que va derechamente al fin, a un fin único y esencial: la búsqueda del rostro de Dios. Atraído por el mismo ideal de los antiguos monjes de Egipto del siglo IV, Bruno buscó la soledad del desierto para consagrarse exclusivamente a la contemplación y amor del gran Dios.

El ideal monástico de San Bruno se pone de manifiesto por la elección de lugar que hizo para llevarlo a cabo. El desierto de Chartreuse era en aquella época completamente salvaje, maravillosamente apropiado para una vida parecida a la de los primeros monjes.

Sin embargo, Bruno no fue un simple continuador. Dios lo suscitó para implantar en la Iglesia un nuevo modo de vivir en el desierto. Se conocían y practicaban —además de la vida cenobítica, en comunidad— la vida puramente eremítica, así como la vida anacorética de quienes se retiraban al desierto después de una permanencia más o menos larga en un monasterio, como preparación para la vida eremítica. Bruno introdujo esta novedad: unir a una parte predominante de vida solitaria, un mínimum suficiente de vida cenobítica o comunitaria que favoreciese al ermitaño con las ventajas más preciadas de esta última, sin perjudicar aquélla. El sabio equilibrio de su alma quedó plasmado en su Orden.