Ascesis: regla de vida
Una vida austera no engendra tristeza ni melancolía,
antes bien, es fuente de paz y gozo.
Los monjes cartujos, consagrados más íntimamente al Señor por nuestra profesión monástica, estamos comprometidos, consciente y voluntariamente, a seguir a Cristo más de cerca y a participar en su cruz y su inmolación.
Mas para que procedamos con prudencia y discreción en esa tarea, la Orden nos señala una ascesis especial, acomodada a nuestra naturaleza humana y al fin de nuestra vocación. Todo en esta ascesis se halla ordenado a la búsqueda de Dios.
Los elementos de esa práctica, comunes a todos los cartujos, son: la ausencia de comodidades y de distracciones que debilitan la voluntad y disipan el espíritu; la práctica de la pobreza en las cosas de uso personal; la división del sueño en dos partes; el trabajo; el silencio y la soledad; el ayuno y la frugalidad de las comidas; la abnegación de sí mismo en aras de la obediencia, y, en general, el rechazo de todo lo que fomenta el regalo y la blandura.
Nunca tomamos carne. Durante el Adviento y la Cuaresma dejamos los lácteos. Un día a la semana ayunamos a pan y agua, normalmente los viernes, recordando la Pasión de Cristo. Desde la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) hasta Pascua, los monjes del claustro tienen una sola comida. Por la tarde toman pan y alguna bebida. Lo mismo hacen los Hermanos durante el Adviento y la Cuaresma. Desde Pascua hasta la Exaltación de la Cruz podemos comer dos veces al día. Nunca se desayuna, salvo necesidad o enfermedad. No comemos fuera de las comidas.
En todo este plan, la norma sensata es escuchar la voz del Espíritu, dando cada cual lo que sea conforme a sus propias fuerzas. No hay que olvidar que la Orden es una Madre, que proporciona unos medios aptos para ayudar, y no para ser una carga. Por eso, la adaptación de los principiantes a este régimen es prudente y progresiva.
La comida, en general, es abundante y suficientemente bien preparada. El sueño, aunque dividido en dos, proporciona las horas de descanso necesarias y normales. Que una ascesis inteligente no perjudica la salud lo demuestra el hecho de que la longevidad en la Cartuja es algo proverbial desde hace siglos, confirmado por simpáticas anécdotas.
Paz y gozo
Ya dijimos del Santo Fundador, que “estaba siempre con rostro sonriente”, y alegres y joviales quería él ver siempre a sus hijos. No se dice de San Bruno que se pasara la vida pensando en el final, sino que repetía con frecuencia: “O Bonitas!”, ¡Oh, Bondad de Dios!, “el aleluya del desierto” —como se lo ha calificado—, es decir, una exclamación de alegría.
Es éste, por lo demás, el patrimonio de las almas contemplativas. No, los temperamentos melancólicos no son aptos para la vida solitaria. Se requiere, por el contrario, un temperamento alegre.