Trabajo
Uno de los lemas quizá más conocidos nacidos de la tradición monástica es el famoso “Ora et labora”. Primero la oración. Después el trabajo. Pues es mérito de los antiguos monjes haber logrado dotar al trabajo manual de una propia dignidad que en otros tiempos y culturas nunca tuvo: era algo despreciable, propio de siervos y esclavos. Una innovación revolucionaria. Todo empezó a cambiar desde que Cristo Jesús dedicara una buena parte de su vida al oficio de “carpintero”, siguiendo la estela de su padre adoptivo San José… Sí, puesto que Cristo no despreció los oficios, sino que los asumió, estos son estimados y valiosos para la santificación del mundo, lo más grande que se puede realizar en esta vida. Por esto trabajamos no poco, sin vacaciones, pero siempre intentando guardar el recogimiento del corazón en un ambiente de oración. Las tareas a que nos podemos dedicar son variadas: huerta, cocina, sastrería, carpintería, electricidad, informática, artesanía, pintura... Primero se aseguran las necesidades básicas de la comunidad y luego hay amplio espacio para que cada monje, según sus aptitudes y preparación, desarrolle los dones que Dios le ha dado. El cuidado de estas tareas es lo propio de los monjes hermanos que, así, orientan la creación hacia la gloria de Dios y le dan alabanzas por sus obras maravillosas.